El bautismo de niños, hasta los cinco años, tiene lugar en la iglesia parroquial, en celebraciones comunitarias, los primeros sábados de mes (salvo en Cuaresma). Previamente, hay que concertar una reunión con los padres; y la semana anterior al bautismo, habrá una reunión con los padres y padrinos.

Los niños mayores de cinco años reciben el bautismo en el proceso de preparación para recibir por primera vez los sacramentos de la confesión y de la comunión, que comienza a partir de los siete años.

Todo matrimonio cristiano siente como una de sus mayores responsabilidades el conducir a sus hijos al Reino de Dios incorporándolos a la Iglesia.

La puerta de entrada para formar parte de la Iglesia es el bautismo. A través de él, los niños son transformados en hijos de Dios, son configurados con Cristo y constituidos templos del Espíritu Santo; reciben la presencia de la Santísima Trinidad en sus corazones y a María como madre. Es, sin duda, el don más valioso que los padres pueden otorgar a su hijo. Sólo en el cielo podremos ser conscientes plenamente de lo que supone para ellos recibir este sacramento.

Pero, además de ser el don más importante que los padres cristianos puede hacer a su hijo, es también el don más comprometido, porque el bautismo de un niño es el comienzo de un camino que los padres han de realizar con él. Es el comienzo de toda una tarea de formación en la fe que, en contra de lo que muchas veces pensamos, ha de realizarse desde el mismo día del bautismo. Esa tarea consiste en incorporarle progresivamente a la vida de Dios: llevándole a la Iglesia, desarrollando su capacidad religiosa innata, enseñándole -según su capacidad- oraciones y cantos cristianos, transmitiéndoles los valores evangélicos a través de las pequeñas decisiones familiares cotidianas, etc.

En definitiva, optar por el bautismo de un niño supone para los padres elegir una forma concreta de vivir propia de la fe cristiana, recordando que los niños perciben los valores reales que hay a su alrededor. Supone, en el fondo, capacitar a los niños para que puedan llegar al cielo a través de una vida santa. Eso sólo se puede hacer si los padres se plantean esa misma meta y señalan con su vida a los niños el camino a seguir.

Desde este punto de vista, se entenderá que los padres necesiten para esta labor la ayuda de otras personas que les apoyen y les suplan, si en algún momento es necesario. Ésos son los padrinos; que no son meras figuras honoríficas de la celebración, sino que han de ser verdaderos cristianos que ayuden a formar a otro cristiano (el niño). De ahí las exigencias que la Iglesia pide para ellos. Según el ritual de bautismo, se exige que el padrino elegido por la familia reúna, a juicio del párroco, las cualidades requeridas para que pueda realizar la misión cristiana que asume, a saber  (Cfr. Ritual del bautismo de niños, nº 18; Código Derecho Canónico, nº 874):

  • – Que tenga la madurez necesaria para cumplir con su función [se le presupone una madurez humana (mayor de 16 años) y una madurez cristiana (cristiano practicante y que lleve una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir; por ejemplo, no podrán ser padrinos aquellos que conviven con su pareja sin estar casados por la Iglesia)].
  • – Que haya recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía [han de acreditarlo, aportando el volante de bautismo correspondiente, la condición de bautizado y confirmado].
  • – Que pertenezca a la Iglesia católica y no esté incapacitado. Por el derecho, para el ejercicio de la función de padrino [por ejemplo, no podrá ser padrinos quienes han apostatado públicamente de la fe].

En lo referente al número de padrinos el Ritual especifica que «cada niño debe tener padrino y madrina, o solamente padrino, o madrina» (Ritual del bautismo de niños, nº 19).

Para ayudar a los padres y padrinos a prepararse adecuadamente para este acontecimiento, que es un momento de gracia para toda la familia, hay una breve preparación previa, que consiste en una reunión de los padres con el sacerdote, que se ha de concertar con tiempo; y posteriormente una reunión de los padres y padrinos de todos los niños que van a ser bautizados en esa tanda, para preparar la celebración litúrgica y profundizar en su significado. En orden a esa preparación es muy recomendable que padres y padrinos se preparen mediante el sacramento de la confesión al don que van a recibir.

Los bautismos se realizan en nuestra parroquia de forma comunitaria; no sólo por razones de organización, sino, principalmente, porque así se expresa mejor que es un acontecimiento de toda la Iglesia, no sólo de una familia concreta. La celebración se realiza el primer sábado de cada mes (exceptuando durante el tiempo de Cuaresma, donde no celebramos bautismos).

Es preciso solicitar el bautismo al menos con un mes de antelación, con el fin de poder recibir la formación anteriormente referida, elegir los padrinos según los criterios de la Iglesia y poder preparar adecuadamente la celebración.

Si los padres no conviven y solicita el bautismo sólo uno de ellos, la otra parte debe dar el consentimiento, o al menos presentar algún documento que avale la custodia del niño.

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