Los sacramentos de la Iglesia son los cauces tangibles por los que Dios distribuye su gracia a la humanidad para que pueda vivir en plenitud y alcanzar la salvación eterna.

La vida cristiana no puede ser vivida sin la ayuda de la gracia divina. El Señor mismo nos dice que «para los hombres es imposible, pero que Dios lo puede todo» (Mt 19,26. Ese auxilio de la gracia, que no es otra cosa que la misma vida de la Trinidad, se nos otorga a través de los sacramentos. Éstos son signos visibles de la gracia invisible de Dios que Cristo nos ha conquistado con su muerte y resurrección y que nos entrega a través de la Iglesia. Son signos, por tanto, eficaces porque que realizan en nosotros lo que significan.

Dentro de los sacramentos podemos distinguir los que nos incorporan al amor de la Trinidad, que son los llamados sacramentos de iniciación: el bautismo, la confirmación y la eucaristía; los sacramentos de curación: confesión y unción de los enfermos; y los sacramentos de misión: matrimonio y orden sacerdotal.

Como es natural, la administración de los sacramentos es una de las ocupaciones centrales de nuestra parroquia. Estamos convencidos de que ése es el auxilio imprescindible que se necesita para poder desarrollar todas las demás actividades parroquiales, para que sean fecundas para la evangelización y para que nuestra vida dé gloria a Dios.